Finiquitado El Gorguel por el Estado, se subleva el Cantón de los logreros (1 de 2)

 Por Pedro Costa Morata

Solo la Historia y los ecologistas murcianos (que somos principalísimos protagonistas del combate con las diversas, sucesivas y cada vez más degradadas versiones del Cantón murciano), sabíamos que el proyecto de un nuevo puerto en El Gorguel era una estupidez de libro, y que no iría a ninguna parte, por más que la élite mandamás murciana (que es generadora infatigable de ocurrencias disparatadas) se auto atribuyera necesidades y hasta méritos para lograr tamaño chollo por parte del Estado. Este cronista ya se las había tenido tiesas con esta panda de incompetentes y logreros en más ocasiones de las deseadas, siendo las últimas y más recientes la del aeropuerto de Corvera, un majestuoso y ridículo derroche, la autopista Cartagena-Vera, ruinosa tras haber sido así anunciado por activa y por pasiva, y la mega urbanización Marina de Cope, necia y blasfema, lo del Gorguel era más de lo mismo, con una agravante digna de tenerse en cuenta, que es la insoportable arrogancia de su imaginero.

No puedo ocultar que lo primero que me sublevó, de ese proyecto era su autor “intelectual”, Adrián Viudes Viudes, cacique murciano de rancio abolengo que pretendía rematar con esta obra y la placa con su nombre, toda una vida de privilegiado de la historia más derechosa de la Región y de España, y finalizarla con este florón del valcarcelato: esa singular etapa del Cantón, con un líder que se paseaba entre los murcianos llamándonos tontos y marcando felonías, dejando un rastro de carnaza delicuescente para votantes impasibles de las que se ha ido escapando hasta el momento. De Viudes me llamaba la atención su estilo chulesco y autoritario, su analfabetismo ambiental, y sobre todo su actuación como presidente de la Autoridad Portuaria de Cartagena (APC), con abusos sin medida hacia los trabajadores y sus derechos, su exhibición de cifras, resultados y beneficios en un puerto facilón, cuyas cifras están dopadas por el petróleo, villano del planeta, y sobre todo, ya digo, su estilo de personaje de la aristocracia murciana, rancia y cansina, pese a sus ínfulas de moderna y pretenciosa. Todo eso me indicaba un vicio de principio de ese nuevo puerto, que esta figura de la taifa pepera quería añadir a los dos (o tres) puertos ya existentes. Es, pues, el rastro del Viudes encumbrado, primero, y desplumado, después, lo que me sirve de guion para mi contribución al feliz finiquito de las ínfulas neo portuarias de esa panda de insensatos que en su día él capitaneaba.

Han sido, con este, nueve los artículos que he dedicado a desacreditar el proyecto del Gorguel y a sus promotores, convencido de que mi enfoque crítico recogía la experiencia catastrófica de decenios con la ira que me han producido siempre los políticos del PP murciano como inagotable fuente de iniciativas y proyectos agresivos o inviables. Que esta región es un no vivir, que a muchos nos obliga a afrontar permanentemente a planificadores sin medida ni proporción, que dedican su tiempo y su poder a lanzar ideas contra la tierra y la gente.

Decía que mi guía en el asunto del Gorguel ha sido siempre Viudes, por ser el padre de la idea y por la inmensa antipatía que me ha producido siempre el personaje, neto producto de las dichosas élites murcianas de derechas de toda la vida y siempre mandando -franquista, ucedista, pepero…- que con el dichoso proyecto me dio la oportunidad de encontrarme con la definición -entera, diáfana, militante- de un fascista de tomo y lomo, lo que vino, como yo esperaba, con el tiempo y las cosas.

Mi primer artículo, “El Gorguel: sinrazón de la razón práctica” (La Opinión, 26 de junio de 2009) explicaba la imposibilidad de aceptar ese proyecto según la razón técnica, que en este caso se revestía de formas diversas, todas ellas falsas o falseadas: la razón técnico-ingenieril, la razón técnico-económica, la razón técnico-providencial y, la más decisiva, la razón técnico-erótica (también llamada genital). Una descripción, que quise completa pese a que, conociendo su capacidad y sensibilidad, sabía de antemano su alcance y efecto. En el segundo, “El Gorguel y la ingeniería indeseable” (La Opinión, 9 de enero de 2013), me encargué de analizar como ingeniero y politólogo lo que, siendo ingeniería política pretendía sin embargo pasar por proyecto técnico objetivo, reflexivo y útil, sin logar cubrir ninguna de esas exigencias; y llamaba tontuna, con la generosidad que me caracteriza, a la ocurrencia de tener dos aeropuertos a 30 kilómetros de distancia entre sí y tres puertos a cinco: hazaña a engrosar el libro de récord del Cantón murciano, y que anima siempre a atarlo corto . A mi crítica a fondo de lo que, no siendo ingeniería, era rimbombancia sin sentido, el amo del puerto fue presa de los nervios, quiso descalificarme (¡menuda originalidad y a buena hora!) y se obnubiló tomando por insultos lo que, simple y elegantemente yo tenía por calificativos objetivos de la idea y los fines; ahí ya vi más de cerca al personaje que preconocía por sus obras, pero del que me faltaba su embestida.

En mi tercer artículo, “Gorgueliana: cuento de la lechera para un tiempo siniestrado” (La Opinión, 27 de marzo de 2013) no tuve más remedio que contestar a sus coces de humano acosado por su mala cabeza con la mayor finura de que fui posible, echándole en cara, no obstante, su “rotunda declaración de amor al contenedor y al made in China” y -eso sí- trasladándole la poca gracia que me hacían sus chanzas sobre el camachuelo trompetero, avecilla que los de Anse detectaron en el paraje del Gorguel, lo que le sentó a cuerno quemado y me hizo advertirle que “esa falta de respeto sobre inocentes, pero ilustres y valiosos pajaritos, suele traer mala suerte: así que prepárese y luego no diga” (y en efecto, creo firmemente en la eficacia de “la venganza del camachuelo” hacia Viudes el bárbaro).

El cuarto artículo, “Gorgueliana: demasiado para economistas desatados…” (La Opinión, 27 de marzo de 2013), lo dediqué enteramente al estudio El nuevo puerto de El Gorguel. Una infraestructura necesaria y obligada, que ya con el título señala el baboseo de sus autores, que sin duda se lanzaron sin mirar mucho donde caían, a por el oro y la mirra. El estudio lo encargó Viudes a Juan Iranzo, un ultraliberal que se paseaba por España rebañando pellizcos contra el Estado, siempre a buen precio. Iranzo dirigía un equipo de “seis coordinadores y cinco investigadores”, más jefes que indios, decía yo, una masa de profesionales tan vistosa y prestigiada que olvidó contemplar los aspectos ambientales (por los que, mira tú esos liberales, el proyecto ha fracasado: ¡si es que…!). Yo me leí el estudio y lo enjuicié subrayando las fantasías de sus cuadros y estadísticas, la incapacidad de entender la crisis (permanente) mundial, su ignorancia sobre el comercio internacional y la fase decadente de la globalización, su enviciamiento en la idea nefasta del crecimiento per se, su necio empeño en colocar al carro delante de los bueyes… ¡menudo estudio! Y remataba con eso de que empeñarse en que el Gorguel sería “el puerto de Madrid” tenía mucho más de palurdez que de proyecto previsor y creativo. En el prólogo, con firma de Ramón Luis Valcárcel, gran protector de Viudes, ya aparecía la extensa lista de fantasías imaginadas, chorradas futuristas y empeños de pueblerinos acomplejados. (Observo el abundante subrayado con que rubriqué mi análisis de tan pedregoso texto y confieso que, de tener que leérmelo de nuevo, quizás preferiría antes cortarme las venas).

Fue en 2013 cuando los ecologistas lanzamos nuestras alegaciones contra el proyecto del Gorguel, al hacerse público y oficial, que once años después han tenido éxito; alegaciones que nuestro héroe menospreció, aun señalando que los enemigos del mismo eran “sindicatos, IU y ecologistas”. Y como, en efecto, el insigne Viudes mantuviera su ensoberbecido empeño portuario y yo me enterara de sus tropelías laborales en lo que sin duda consideraba su coto cerrado de la APC, tuve a bien enumerarlas en otro artículo, el quinto de mi serie, “El Gorguel: pirámide frustrada para un faraón de pies de barro”, que, dirigido según mi costumbre a La Opinión, fue bruscamente detenido por el cancerbero Ángel Montiel, ya convertido en esas fechas en sustancia inquisidora del periódico y bien enseñado a salvaguardar a quienes lo amamantan con su publicidad. Y todo porque yo aludía a Viudes como “envanecido perturbador de la legalidad vigente”, señalando, que tampoco es tanto, “esa costumbre que tiene de violar pertinaz y deportivamente las leyes laborales como si estuvieran de adorno y sin importarle acumular sentencias desfavorables que lo describen, sumándolas, como un gestor abominable de frustrada vocación esclavista”. Así lo demostraban una decena de sentencias condenatorias de los Juzgados sociales de Cartagena (2006-2010) por vulnerar el derecho a la libertad sindical, a la libertad de expresión, a la tutela judicial efectiva, a la huelga y por despidos injustificados, sanciones indebidas, prácticas empresariales ilegales… “Viudes acumula decenas de actas de la Inspección de Trabajo que recogen incumplimiento tras incumplimiento en un entorno de beligerancia implacable de la estibadora SESTICARSA (a la que controla la APC) con los trabajadores, a los que maltrata y ningunea. Contestando a Ascensión de las Heras, diputada de IU, el Gobierno ha emitido un informe (7-03-2013) sobre esa empresa, en materia laboral y de seguridad social, que cubre los años 2007-2012 y en el que alude al conflicto enquistado con la plantilla (que se mantiene congelada, aunque con despidos, por mor de la productividad salvaje), señala que la empresa debe a la Seguridad Social más de dos millones de euros y plantea la confidencialidad de los datos fiscales para no informar sobre sus relaciones con la Hacienda pública. Hace unos meses supimos del Tribunal de Cuentas que nuestro hombre en la APC adjudicó en 2003, sin la obligada publicidad, un contrato valorado en 10,3 millones de euros”. De aquel artículo, tan merecidamente ad nominem, reproduzco el final, y ya: “Creo poder encuadrar a Viudes entre esos dinosaurios de apariencia inmortal que son apacentados por un PP recalcitrante mientras mantienen caliente su larga cola con los rescoldos del franquismo”. O sea, que no era para tanto.

Me enteré entonces de que don Adrián, fervoroso católico como monárquico, aristócrata y ultra, era de misa diaria, a la que asistía a primera hora cuando, recogido y elevado, seguramente se encomendaba a Dios por las fechorías de cada día.

El sexto artículo, “El Gorguel y la reincidencia en el absurdo” (eldiario.es, 25 de febrero de 2020) vino motivado por el ímpetu con que la nueva presidenta de la APC, Yolanda Muñoz, tomó el asunto del Gorguel tras unos años de calma y silencio, haciendo resurgir otra vez los contenedores imaginarios y el fantástico puerto necesario. Con tal pasión que presumí que, por ser mujer, estaba dispuesta a dejar a sus antecesores masculinos en la miseria, por inútiles, que ella sí que iba a resolver el asunto. Lamentaba yo que “en lugar del sentido ecónomo, realista y matizado esperable del genio femenino, nos encontremos con una proclama de tonterías propias del más abominable estilo masculino hasta el punto de hacer pensar que doña Yolanda parece dispuesta a lograr lo que ningún presidente masculino anterior ha logrado, y esto resulta un enunciado (digamos, desolador) de feminismo atroz. Lo que no podía yo anticipar era que tan intrépida capitana acabara pronto señalada por los tribunales debido a su demasiado fiel continuidad en la estela de Viudes, dándole por las prácticas corruptas; y tuviera que dimitir tres años después sin rematar la insigne obra viudesiana que el destino había puesto en sus manos.

El séptimo artículo era el que yo esperaba redactar como agua de mayo, y que lo veía venir: “La soflama fascistoide de Viudes Viudes” (eldiario.es, 18 de agosto de 2021), y me lo sirvió en bandeja el fascistoide mentado, ya depuesto de su comandancia y dedicado a odiar, en buen cristiano, a diestro y siniestro. Pues nuestro héroe se despachó, que cómo estaría para ser tan sincero, con una de sus columnas en La Verdad, “El hacha de guerra y la pipa de la paz” (9 de agosto de 2021) empleando una jerga fascista prístina, desde el principio hasta el final: “Le sale del alma -decía yo- lo de la Memoria, y por eso no duda en afirmarse en la miserable mentira, que se la endosa sin pudor alguno, con que el franquismo y su adoctrinamiento nos sometió 40 años: ‘La república no se la cargó Franco: fueron socialistas, comunistas y anarquistas, supeditados por entero al genocida Stalin…’. Por supuesto que retoma, más de una vez, lo de ‘comunistas’ en el más actualizado estilo ultra, como si los comunistas españoles no hubieran sido democráticos tanto durante la República como en la reciente democracia. Son los ‘perdedores de aquella guerra incivil’, dice Viudes, los que nos quieren hacer pasar por el aro de aquella mentira, la de que fue Franco el enterrador de la República (¡Ah, los perdedores, que vienen para vengarse!). Es evidente que a Viudes le sobresaltan las noticias de (mínima) revisión histórica frente a las hazañas de la horda franquista, y sabe bien que las democracias nunca han plantado cara decididamente a la peste fascista; bueno, la democracia ejemplar de nuestra II República sí lo hizo, y por eso el golpe de una tarde se convirtió en una guerra de tres años, que aquellos infames militares ganaron por el apoyo impune de los fascismos europeos, lo que calla nuestro enrabietado”. Pero ese artículo es para enmarcarlo, repasarlo y no olvidarlo. A mí me sirvió para redondear mi teoría sobre el personaje y su obra, sospechando desde hacía años que -por su estilo, boca y sesgo- era un fascista a malas penas camuflado, y que acabaría por verse y saberse. Esto adornaba al proyecto del Gorguel con un aura imposible de ignorar: el proyecto de un fascista que abusa de sus continuados privilegios en un país confiado y una región secuestrada, y que maquina un gran regalo a los suyos (empezando por su ego, eso es verdad). De ahí el emotivo coro de llorones que nos trastorna cada día, y que incluye, por supuesto, a gente de la UPCT (institución, ojo al parche, cada vez más encaminada por los senderos ultras), ya beneficiados por la generosa teta de la APC.

El último, en realidad penúltimo, de estos artículos fue “Murcianos incorregibles y ese Gorguel que los trastorna” (eldiario.es, 31 de agosto de 2022), cuando la APC mostró su desacuerdo con el Estudio de Impacto Ambiental redactado por el Instituto Oceanográfico sobre el proyecto de nuevo puerto, que era negativo. Se desmelenaba doña Yolanda, proferían alaridos de indignación los de la CROEM, se mesaba las linotipias La Verdad y yo, queriendo cambiar de variable, por gusto y sin intención, remataba así mi sentida reflexión: “Que predicarles a estos irresponsables que lo urgente es reducir el comercio exterior en general y el tráfico portuario en particular, es tarea inútil y tediosa”.  

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